En este texto vas a encontrar un relato muy detallado de tres días en Praga en el mes de febrero. No es una propuesta teórica y sí un relato de cómo fue el viaje.
Antes de comenzar a leer el relato de uno de los viajes que hicimos a Praga, queríamos dejar dos aclaraciones importantes que te ayudarán a entender nuestra forma de viajar:
- no somos del tipo que tiene que ver todo en un único viaje. Nuestra filosofía es: veremos lo que se pueda ver. Y lo que no, se queda para un viaje futuro. Nos parece delicioso dejar una ciudad con el sentimiento de que es un lugar al que te gustaría volver, en la misma o en otra época del año. Era nuestra primera vez en Praga, hicimos una lista de lugares que nos gustaría conocer, pero siempre adaptando nuestra programación al número de días con los que contábamos para nuestro viaje (y además, tratándose del invierno, al número reducido de horas de luz). Por eso descartamos hacer una excursión hasta Český Krumlov, que visitamos un par de años después.
- viajamos con una programación, pero nos gusta improvisar. En este viaje, la nieve nos brindó una razón poderosa para cambiar nuestra programación. También, solemos hacer algo que no es muy habitual entre muchos viajeros: si nos gusta mucho un lugar, repetimos.
Dicho esto, ¡adelante con nuestro viaje a Praga en invierno!

Día de la llegada: salida del aeropuerto y vuelta rápida
Para el que vive en España, como era nuestro caso, llegar a Praga es relativamente fácil. Volamos con la low-cost española Vueling, que nos llevó hasta el aeropuerto internacional de la ciudad en menos de 2 horas y 30 minutos. Llegamos a Praga al comienzo de la tarde.
Para salir del aeropuerto, quisimos evitar la opción más económica, que es el autobús convencional y tomamos el Airport Exprés (no dejes de consultar el texto en el que explicamos con mucho detalle cómo salir del aeropuerto de Praga en autobús). Fue la única vez que tomamos ese servicio, siempre que viajamos a Praga salimos del aeropuerto en el autobús convencional.
Nos alojamos en los apartamentos Royal Court Apartments (también conocidos como Royal Bellezza Apartments), que reservamos por un precio que fue una verdadera ganga.

Llegamos el 14 de febrero, Día de los Enamorados (que en Praga se celebra también el día 1 de mayo, no te pierdas el texto el Día de los Enamorados en Praga) y nos recibieron con champán y bombones. Y además nos dieron un upgrade, de un estudio a un apartamento familiar. ¡Nuestra estancia en Praga no podía comenzar mejor!
A pesar de que los apartamentos no están en el centro de Praga, nos encantó la elección. Se encuentran en el barrio de la Ciudad Nova (Nové Město), en el límite con el barrio de Vinohrady (no te pierdas tampoco el texto en el que hablamos sobre los mejores barrios donde alojarse en Praga). Los apartamentos están en una localización donde no llegan las hordas de turistas que invaden el centro de la ciudad, barrio que además está increíblemente bien conectado, tanto con el metro, con una entrada a la estación a escasos 10 metros de la entrada de los apartamentos, y los tranvías.

Como todavía nos quedaba más o menos una hora de luz, fuimos en tranvía a ver la Casa Danzante (Tančící dům). Y, a continuación, tomamos un tranvía para atravesar el río y llegar al pie del Castillo de Praga.
Tras una vuelta rápida (sabíamos que íbamos a volver varias veces por ahí), volvimos a subirnos al tranvía y nos bajamos cerca del Teatro Nacional (Národní Divadlo).
Justo al lado encontramos una cervecería, la Pivovar Národní, donde cenamos. Buena atención, buena comida y buena cerveza (esto último, algo nada difícil en Praga). Tras la cena, un último tranvía de vuelta a los apartamentos.

Hablando de tranvías. Decidimos no complicarnos la vida con billetes individuales, y compramos billetes válidos por 72 horas.
Día 1: Ciudad Nueva, Ciudad Vieja y Barrio Judío
Comenzamos el día metiéndonos por primera vez en el metro de Praga. Generalmente, preferimos ir en tranvía, pero en algún momento queríamos conocer el metro de Praga, y este nos pareció adecuado.
Nos quedamos alucinados con el tamaño de algunas de las escaleras mecánicas del metro de Praga. Saliendo de la estación Náměstí Republiky (de la línea B, amarilla) tuvimos la sensación de estar abandonando el corazón de la Tierra.
Nos dirigimos en primer lugar a la Casa Municipal (Obecní dům) para comprar las entradas para la visita guiada que haríamos al comienzo de la tarde.
Con las entradas en el bolsillo, dedicamos las próximas horas a recorrer el centro antiguo de Praga, haciendo una ruta circular:
- Torre de la Pólvora
- calle Celetná hasta la Plaza de la Ciudad Vieja (Staroměstské náměstí) y el fantástico Reloj Astronómico.
- calle Pařížská y vuelta alrededor del Cementerio Judío (Starý židovský hřbitov), sin visitarlo.
- zig-zag por las calles del Barrio Judío (Josefov) hasta llegar al monumento a Franz Kafka y visitar la vecina Sinagoga Española (Španělská synagoga).

Como la hora de la visita a la Casa Municipal se aproximaba, fuimos a comer en la cervecería Lokál. Comimos queso frito (smažený sýr) y un delicioso goulash, especialidades checas que acompañamos de dos excelentes cervezas checas.
Si te gusta el Art Nouveau en sus diferentes manifestaciones, te va a encantar la visita guiada al interior de la Casa Municipal. Pero si ya has visitado los edificios modernistas más increíbles de Barcelona, por ejemplo, modera tus expectativas para no decepcionarte con la Casa Municipal. Además de la entrada, si quieres hacer fotos, tendrás que comprar una autorización especial. No es muy cara, pero tendrás que comprarla.

Saliendo de la visita guiada, volvimos al Reloj Astronómico para subir a la Torre del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Había bastante gente pero se podía circular tranquilamente por la parte superior – aunque no podíamos dejar de imaginar cómo debe ponerse esa torre durante los meses de verano. Las vistas desde lo alto son absolutamente increíbles (no te pierdas el texto donde hablamos de las mejores torres para ver Praga desde lo alto). Esperamos el momento de la puesta de sol pero desgraciadamente ese día el cielo estaba cubierto.

Volviendo al apartamento, aprovechamos para devorar dos trdelník, el dulce tradicional de Eslovaquia que se vende en incontables lugares en el centro de Praga.
Día 2: monasterios, Parque Petřín, Castillo de Paraga, Malá Strana y Puente de Carlos
Al comienzo del día, nos subimos al tranvía 22 (¡nuestro favorito!) y viajamos hasta la parada Pohořelec, para visitar el Monasterior de Strahov (Strahovský klášter).
La visita a sus dos bibliotecas es una experiencia un tanto frustrante. No nos entendáis mal, son lugares extraordinarios, maravillosos, pero la entrada no te permite pasar de la puerta de cada una de las bibliotecas. Aún así, y por lo espectacular de las bibliotecas, las volveríamos a visitar en las mismas condiciones. Si quieres hacer fotos, vas a tener que comprar un suplemento especial.

En las fechas de nuestro viaje, el funicular que sube hasta la parte superior del Parque Petřín suele cerrar para realizar su mantenimiento anual. Por eso aprovechamos que el Monasterio de Strahov está casi en la parte superior del parque, para ir caminando hasta él.
Consejo: saliendo del monasterio, gira a la izquierda para entrar en el camino que llega hasta la Torre Petřín. Si subes por el camino de la derecha, vas a tener que realizar una subida muy empinada justo antes de llegar a la torre.
Acabamos haciendo un circuito circular, volviendo al Strahov por el camino inferior, con vistas maravillosas del Castillo de Praga y de la ciudad.
Volvimos a la misma parada de tranvía y subimos al mismo 22 para ir a otro monasterio, el Břevnov (Břevnovský klášter, en la parada de tranvía del mismo nombre). Fuimos hasta ahí para comer en el restaurante Klášterní šenk, que está dentro del monasterio.

En el Klášterní šenk hicimos una de las mejores comidas de nuestro viaje. Como está alejadísimo de las regiones más turísticas de Praga (aunque se llegue muy fácilmente en tranvía), no te vas a encontrar grandes grupos de turistas. El restaurante es rústico y simple, pero muy agradable, con menú en inglés y buen servicio. Los precios son excelentes, la comida deliciosa y la cerveza, fabricada en el propio monasterio, maravillosa.

Finalizada la comida, subimos al tranvía 22 para volver al Castillo de Praga, bajándonos en la parada Pražský hrad. Hacía bastante frío esa tarde, anunciando grandes cambios en el tiempo.
Pasamos un rato divertido en la entrada principal del castillo, porque un presidente europeo salía de un encuentro con su homólogo checo, mientras un segundo presidente llegaba. La guardia de honor estaba formada, y todo el protocolo de banda, himno y revista de la tropa se repitió dos veces, una para cada presidente.

Dimos unas vueltas por las partes que se pueden visitar sin pagar dentro del Castillo, y bajamos hasta la parte baja de Malá Strana, para una visita rápida al Niño Jesús de Praga, en la Iglesia de Nuestra Señora Triunfante (Kostel Panny Marie Vítězné).
Cruzamos por el Puente de Carlos, sin demasiados turistas, por el gran frío que hacía. Hicimos todas las fotos de rigor (y alguna mar) y volvimos al apartamento.
Día 3: nieve, Vyšehrad, Malá Strana, Ciudad Vieja y Ciudad Nueva
Cuando nos despertamos ya estaba nevando en Praga lo que, por otra parte, era lo que los meteorólogos habían anunciado para hoy. A pesar de no haber nieve acumulada en las calles, algo nos decía que ese sería “el día”. ¿Dónde será que la nieve deja Praga más bonita?
Como habíamos planeado visitar la región de Vyšehrad, decidimos mantener nuestra programación. Al salir de los apartamentos, la recepcionista nos dijo que la nieve no llegaría a cuajar y que no deberíamos tener muchas esperanzas (observación: no confíes al 100% en la previsión del tiempo de los locales).
Nada más salir de la estación de metro Vyšehrad (línea C, roja), nos dimos cuenta de que la intensidad de la nevada estaba aumentando. Cuando entramos en el parque, el suelo estaba completamente cubierto por la nieve.


En las horas siguientes, cayó una intensa nevada sobre Praga, para nuestra gran felicidad. Porque sí, estábamos felices, nos encanta la nieve y también comprobar que la recepcionista de los apartamentos se equivocó por completo.
Como íbamos bien preparados para la nieve y el frío (buena ropa y, especialmente, buen calzado), entramos en Vyšehrad en dirección al cementerio.

Entramos en el cementerio de Vyšehrad, buscando las tumbas de Dvořák, Jan Neruda y Smetana, y dimos una vuelta por el camposanto descubriendo algunas piezas esquisitas de arte funerario.
Al final, tuvimos que interrumpir nuestro paseo porque, a pesar de la belleza de la nieve, se había levantado un viento muy fuerte y se estaba haciendo cada vez más fácil aguantar el frío. Bajamos hasta la avenida que está al lado del río y al pie del parque y nos subimos al tranvía 17 camino del centro.
Mientras volvíamos al centro, se nos ocurrió que sería una excelente idea volver a comer al Klášterní šenk en el monasterio de Břevnov (ya avisamos al principio del texto que no nos importa repetir lugares). Cambiamos al tranvía 22 y atravesamos el centro de Praga en el momento más intenso de la nevada. Todo el camino hasta Břevnov fue delicioso, circulando por grandes avenidas cubiertas por un manto blanco de nieve. El monasterio, hoy cubierto de nieve, tenía una apariencia completamente diferente del día anterior.

La comida, una vez más, fue excelente. Aprovechamos para pedir platos diferentes a los del día anterior.
La nieve paró mientras comíamos, y aprovechamos la tarde para recorrer la parte de Malá Strana que no habíamos visitado el día anterior. Pasamos por el Muro de Lennon, por la isla de Kampa y volvimos una vez más a la Puente de Carlos, que con nieve estaba encantadora. Acabamos el día en la Plaza de Wenceslao (Vaclávské náměstí).
Día de la vuelta: estación de tren, Vinhohrady y vuelta al aeropuerto
Todavía teníamos una mañana completa antes de poner rumbo al aeropuerto. Aprovechamos para visitar por tercera (¿o cuarta vez?) el Puente de Carlos, con las laderas del castillo nevadas, y nos acercamos hasta la Estación Central (Hlavní nádraží), que tiene una parte histórica preciosa en su interior.

Saliendo de la estación de tren, todavía nos dio tiempo de visitar la interesante Iglesia del Sagrado Corazón (Kostel Nejsvětějšího Srdce Páně) y un poco del barrio Vinohrady.
Volvimos al aeropuerto en una combinación de metro y autobús convencional. Es facilísimo (y te contamos cómo hacerlo aquí).
Antes de despegar, ya estábamos planeando nuestro próximo viaje a Praga.
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